Al escribir se ofrece algo al mundo, con la incertidumbre de no saber por qué, para quién y si algo de eso hecho puede ser útil para los demás.
Camila Sosa Villada
— ¿Y qué lees? — me preguntó Patricia al enterarse de que hace quince años que no tengo tele, y que prefiero los libros a las series o películas.
El Universo está usando todo tipo de actores y actrices para traerme estas preguntas. ¿Qué escribo? ¿Qué leo? Algo de este mundo quiere hacerse un poco más angosto y con ese límite, delinear una ruta más clara y así poder expandirse.
Me gustan principalmente los libros de autoconocimiento y también historias reales: relatos, memorias, ensayos. Textos que hablen de la vida misma. Me di cuenta por primera vez de esto cuando era docente de inglés y les compartí a mis estudiantes The Catcher in the Rye1, y al ir avanzando en los capítulos me reclamaban:
— Profe, no pasa nada en este libro.
— ¿Cómo que no pasa nada? ¡Pasa de todo!
— Sí, pero no hay algo trascendental que corte toda la historia.
Ah no, eso no. No pasa nada y pasa de todo. Pasa la vida. Eso me gusta leer. Y eso me gusta escribir.
Contar para mí es darme cuenta. Dar cuenta. Verme en mis palabras y en las de otres. La sensación más placentera para mí durante la escritura y la lectura es decir esto también me pasa a mí (o me gustaría que me pase). Leer qué les pasó a otras personas y cómo lo resolvieron (o no). El paso del tiempo y las vidas que cambian, mutan, giran en el eterno espiral. Los caminos del héroe. Los obstáculos superados. Las vivencias que son tan profundas y luego se transforman en meras frases de pocos renglones cuando las contamos. ¿Pierden profundidad así? ¿La ganan? ¿Cómo hacemos para que permanezca en un relato la vivencia real? ¿Es posible? Al leer una historia ajena, inevitablemente la hacemos propia. La pasamos por el filtro de nuestras experiencias y creencias personales.
Claro que también disfruto de leer ficción, pero siempre me queda la sensación de que los personajes inventados pueden superar problemas también creados por quien escribe como le plazca, y eso le quita un poco de emoción a mi lectura. Es también un gran entretenimiento y no lo desmerezco, pero hoy prefiero los hechos reales, al menos como base de una historia.
¿Qué hace que tengamos tanta necesidad de contar y tanto gusto de escuchar historias? Extraño oficio este nuestro, y un poco de todos, que nos permite entrar en empatía con otros.
María Teresa Andruetto
La escritura y la lectura para mí son, entonces, un espejo. Me reflejo en mis propias palabras (por ejemplo, si no escribía esto, no me daba cuenta de mi propio sentir y pensar) y en las de otras personas. En cada historia nos miramos y nos sentimos reconfortados de saber que hay personas a las que les pasa lo mismo, o cosas peores o mejores o nada que ver pero que las vidas son vidas y están para ser vividas, sentidas, compartidas.
Quiero leer cómo la gente real supera y experimenta su propia existencia. Por eso amé Comer, Rezar, Amar y me muero de ganas de leer All the way to the river, ambos de mi admiradísima Elizabeth Gilbert. Por eso escribí TOC: Transitando Otros Caminos. Mi experiencia. Mis vivencias reales. Para dar(me) cuenta todo lo que me transformó vivir con Trastorno Obsesivo Compulsivo y me hizo en gran medida ser quien soy, ser como soy. Quizás para que otres también se den cuenta. Escribo para estar despierta, como dice
Muchos de esos libros que nos fascinan dejan una huella que quizás no sabemos exactamente cómo ni dónde ubicar, pero de alguna forma desconocida y misteriosa intervienen, actúan, trabajan mientras leemos otro libro, o escribimos algo.
Virginia Cosin
El primer libro que me generó esa sensación muy de pequeña fue Mi Planta de Naranja Lima, de José de Vasconcelos. Casi no podía tomar dimensión de que esa era la infancia real del autor. Esa obra me conectó por primera vez con la tristeza profunda y, como ya he escrito en otras ocasiones, con otras realidades tan distintas a la mía. Zezé y la crueldad de la vida, de quedarse sin juguete porque llegó tarde a la repartida, después de superar mil obstáculos. De perder a la única persona que le brindó amor y cuidado. De soportar el maltrato y la humillación. Pequeño Zezé que hablaba con su arbolito de naranja lima, colmándolo todo con su ternura y su dolor.
Leer sobre otras vidas también nos corre de la fantasía de que “todos viven bien menos yo” o de que los demás tienen menos problemas, o ya entendieron cómo se vive. O incluso de que hay una forma de hacer correctamente las cosas y que si lo hago así, va a llegar ese momento de la vida donde todo se acomoda y entonces ahora sí.
Spoiler: tengas la edad que tengas, eso no existe. Te lo digo y me lo repito por vez número cinco mil a mí misma.
No hay un momento donde “ahora ya soy escritora” entonces sé cómo escribir y lo hago ordenadamente y bien.
No hay un momento donde “ya tengo mi título y ahora empieza mi carrera laboral prolija”.
No hay un momento donde “ahora ya conseguí la pareja y todo fluye en armonía”.
No hay un momento donde “ahora que tengo esta estabilidad todo va a marchar sobre ruedas”.
No lo hay. El momento de “ya resolví la vida” simplemente no existe.
Hace un tiempo leí sobre la llamada not just right experience: la sensación de que algo no está del todo bien o está incompleto. Es una forma de manifestación del TOC2 que se presenta en algunas de las personas que vivimos con él. Escribí sobre esta sensación en mi libro antes de saber que existía y tenía un nombre. Yo no sé si eso es lo que busco constantemente en mis compulsiones y en mi vida. Sentir ese ahora sí. Pero ese not just right se cuela en todo lo que hago. Como si nunca pudiera relajarme del todo y decir, terminó el día, ahora sí. Como si algunos músculos de mi cuerpo quedaran suspendidos en el aire y no me permitieran entregarme al sillón.
Siento que un poco la vida es así, y también la escritura. Acomodándonos y reacomodándonos constantentemente. Porque cuando llegamos adonde queríamos todo ya es diferente - adentro y afuera- y hay que volver a buscar un nuevo movimiento, una palabra más, una frase que no cierra.
Como escritora, a las cosas determinantes de mi mundo prefiero escribirlas.
Camila Sosa Villada
Escribo esto porque quiero decirle a mi cuerpo que, a pesar de este not just right, el cambio constante, el deseo que permanece y el que salta como un conejo desquiciado, estoy segura. Estoy protegida. Podemos respirar y relajarnos.
Todo está bien. Y este poema de
que me tomé la libertad y el atrevimiento de traducir, me sirve para espejarme una vez más en la escritura, en la lectura y en esta sensación:Florece, de todas formas
Florecer no es llegar a un instante,
sino viajar
y estirarse
hacia la luz del sol
antes que la mañana aparezca del todo,
antes de que se asiente la claridad,
antes de que alguien te vea –
es empezar
a levantarse
florecer es sentir el
empujón hacia arriba
antes de saber qué forma
tomará cada pétalo,
sabiendo íntimamente
el tirón de cambio
incluso mientras
las raíces aún encuentran su lugar.
florecer es empezar a romper
la superficie,
antes de saber qué tipo
de aire encontrarás,
sintiendo el peso de la lluvia,
y todo,
antes de que el suelo se afloje
y respires.
e incluso ahí,
florecer es saber
que estos pequeños movimientos
hacia la luz
son movimientos,
y estos movimientos temblorosos
a través de la tierra aún importan.
a través del suelo de estirarse y soltarse,
apretar, tirar, y el cambio constante
la tierra sostiene incluso mientras cambia
y florecerás, de todas formas.
¿Qué te gusta leer? ¿Qué te gusta escribir? ¿Qué dice eso de quien eres?
Te leo en comentarios.
Un abrazo,
Laura
El Guardián en el Centeno, de J.D. Salinger
Trastorno Obsesivo Compulsivo
Me encantó ✨ esto es lo primero que leo de ti y comparto tú visión🤍
Me ha dejado reflexionando sobre algunas cosas 🧠✨
Hola! Si me gusta leer, vengo a esta app a descansar del frenesí de los algoritmos y ha sido muy refrescante leerte.